7. Sacerdote y sastre 1834 

Cuando yo era joven soñé que había llegado a ser sacerdote y que revestido con los ornamentos sacerdotales trabajaba como sastre. Pero que no me dedicaba a coser telas nuevas sino a remendar vestidos ya rotos.

Con este sueño le informó el Cielo que su oficio como educador sería no sólo dedicarse a perfeccionar jovencitos ya santos, sino sobre todo a recoger muchachos problemáticos y llenos de defectos y de vicios y hacerlos buenos cristianos y honrados ciudadanos.

Uno de sus más famosos alumnos (Santo Domingo Savio) le dirá más tarde: “Don Bosco: sea Usted el sastre. Yo seré la tela. Haga con mi vida un buen vestido de santidad para Nuestro Señor”. Y así sucedió.